martes, 5 de julio de 2011

Flex Mentallo (Grant Morrison-Frank Quitely, 1996)


Nacido en las páginas de la Doom Patrol, Flex Mentallo es un superhéroe estereotípico (forzudo bonachón en fardapitos; inspirado en los anuncios de Charles Atlas de la Edad de Plata), al parecer escapado y traído a la realidad desde la mente de un niño que garabateaba en un cuaderno. Al menos es lo que me ha parecido entender de esta miniserie, donde todo es lo suficientemente confuso, autorreferencial, surreal y metalingüístico como para hacerme sentir bobo y releer una y otra vez cada página. Lo que he entendido es que es una aventurilla en la que Mentallo descubre que, además de él, otros muchos personajes escaparon de esos tebeos infantiles, entre ellos La Realidad, un asesino enmascarado que planea destruir el mundo. Así que, para salvarlo, se unen Mentallo, un agente de policía que acaba de enviudar, y un supervillano al que se ve obligado a dejar salir de la cárcel, llamado El Tramposo. La narración de esta loca historia lisérgica va saltando de protagonista, que a ratos es Mentallo, a ratos el policía y a ratos una estrella del rock adicta a la heroína y el kristal, que anda por ahí hablando por teléfono con alguien, alucinando en colores o viajando entre dimensiones. De pronto está en un mundo plagado de superhéroes y superheroínas haciendo cochinadas, de pronto implosiona, o de pronto salta a un mundo contenido dentro del castillito de plástico de una pecera que pertenecía al poli... Y así. Y salen un montón de superhéroes inventados. Algunos molan mucho, como una pandilla de atracadores que lleva bolas de billar en la cabeza, como unos Residents aun más pop. Todo es muy colorido y pop. He pillado algunas referencias a personajes de DC (esto lo editó Vértigo, su sello destinado a albergar obras ajenas al universo habitual, autoconclusivas, conservando los autores parte de los derechos de la serie, y para adultos).
Sé que no está quedando nada claro. Es que no me he enterado de mucho. Supongo que en parte porque no conocía de nada a los personajes, y en parte porque Grant Morrison pretendía precisamente crear una de esas historias absurdas y surrealistas que te dejan un poso jodido y te tienen reflexionando unos días, sin que nada sea lineal, sino todo onírico, y da lo mismo lo que pase hasta que en las últimas páginas te aclara lo que le sale del pie, y nada tenía sentido. Porque, en realidad, lo importante de esta historia es Frank Quitely. Yo abandoné la grapa de los X-Men cuando llegaron precisamente Morrison y Quitely. Todo se volvió demasiado bizarro y punk. Y el dibujo de Quitely no me terminó de enganchar. Me gusta mucho más lo que he visto de éste en 2000AD o, sobre todo, en esta miniserie. Madre mía cómo pinta Quitely, es increíble. Maravilloso todo. Pero no me he enterado de una mierda, lo confieso así tal cual.

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